martes, 14 de junio de 2016

Indecisiones.

Siempre dije que no huiría despavorida cuando rozara el cielo, que no cerraría el libro por temor a que el final me incomodara. Y ahora que me hallo en la fina línea entre punto y coma, completaría cientos de cuadernos escribiendo sobre cuán duro es el miedo al rechazo; casi menor al miedo a la fuga.
Soy hipocresía anímica, desorden sentimental. Quiero y no puedo. Puedo y no quiero.
Ojalá poder prometer universos, ojalá no esquivar a la luz por haber vivido en la penumbra, ojalá cesara terror al vértigo que me produce tu mirada. Ojalá no enamorarme de ese vértigo.
No sé si te quiero a ti o a la revolución que transmites. Tú o las ganas de volar que propagas con algo tan sencillo como tu sonrisa. Tú o mis estúpidas indecisiones que se amarran a mi vida como enredaderas. Tú o mis ganas de verte; que me dan los buenos días, las buenas tardes y las buenas noches. Mas, sin embargo, no hay lugar para mi presencia en ninguna de esas opciones. Quizá porque soy hipocresía anímica, desorden sentimental.
Quiero y no puedo. Puedo y no quiero.

miércoles, 20 de abril de 2016

Mi estrella fugaz.

Recuerdo que fue un momento. Un momento comparable a cuando ves una estrella fugaz. Un momento de luz, eléctrico. Recuerdo que dolió. Propalaba insuficiencia, mas erradicó mis versos más trabajados. Lo odio por ello porque ahora no soy capaz de soñar algo que no sea el rayo de luz de aquel día, porque no puedo pasar por ese rincón sin pensar qué pudo ser de ti. Estrella, fugitiva, ¿por qué te escondes detrás de una metáfora? Porque pasan las horas, los días, las semanas, los meses y sigo sin revivir aquel momento que tanto añoro a sabiendas del pesar que él conlleva. Y no te conozco, pero irradias ganas de romper las paredes y gritar autenticidad a viva voz (estaré loca de remate). Porque las calles de este pueblo desolado son repugnantes, sucias, apestan a monotonía y cumplidos fáciles, pero tú, sin embargo, juraría que deslumbrabas.
Adrenalina y poesía, y recuerdo que fue sólo un momento.
Pero supongo que es difícil ver las estrellas
con las luces encendidas.

domingo, 17 de abril de 2016

Disculpas.

Pido perdón de antemano a quienes sean víctimas
del huracán que llevo en mis entrañas.
Pido perdón a quienes se hayan perdido en mis enigmas
sin poder regresar,
(valientes.)
Pido perdón a quienes han escuchado mis canciones
y a quienes han contemplado mis dibujos
y que aún así traten de descifrarlos sin que se les escape una lágrima.
Pido perdón a los mártires de mis palabras más duras,
a aquellos con quienes compartí una canción
que ahora sólo irradia amargura.
Perdón
y gracias.
Porque a pesar de mis incendios y mi existencia devastadora,
no estoy sola.

miércoles, 13 de abril de 2016

Masoquismo emocional.


En realidad nunca cesó mi añoranza, en ocasiones se levanta de la cama y hace amago de saludar al sol. 
Esta mañana lo ha logrado victimizando los "te quieros", romantizando las infusiones frías por el tiempo y haciendo con ellas estúpidas metáforas aludiendo a aquello que fuimos, que al fin y al cabo, no fue otra cosa más que cenizas perfumadas. He llegado a pensar que quemé las cartas por pura inercia, a sabiendas de que mis impulsos anhelaban releerlas hasta desfallecer. A veces mi corazón pide masoquismo, pide melancolía, pide lágrimas absurdas y absolutamente innecesarias contemplando la muerte de una flor. Hoy quiero motivos para escribir, quiero tormentas, vendavales, sus manos en mi pelo haciendo que estalle la más fuerte revolución.

Y siento, lo prometo, negarme a fingir que mi corazón palpita inexorabilidad,
porque hoy brilla más que nunca. 

martes, 29 de marzo de 2016

Arcoiris.


En ocasiones veo colores. Aquellos que quizá haya sido. Un arcoiris de pérdidas, caídas, anhelos, reencuentros y ganas de volar.
Roja mi sangre apesadumbrada, mi paraguas de aquella noche de insomnio en la que soñaba con encontrar una pizca de amor bajo las estrellas (ilusa de mi). Rojos sus labios, mi cabello. Rojo el atardecer, fuego, furia. Solía ser pasional. Y rojo tú, corazón, huracán de susurros, quizá vuelva a amarte como mereces
Anaranjadas las paredes de mi habitación, quienes saben de historias que nadie más conoce. Conversaciones juveniles a las tres de la madrugada desembocando en lágrimas avergonzadas, tristeza contenida bailando entre la música. Y libros y libros tratando de hundirme entre versos a falta de besos. Naranja tranquilidad, naranja reposo. Anaranjados los rayos de luz que me dan los buenos días. Y mi sonrisa, cuando trata de hacerle la competencia al sol.
Amarillo, color de la envidia que se agarra a mi presionándome el pecho y obligándome a malquererme una y otra vez. Amarilla la traición, bendita traición; cuánto me hiciste aprender y cuánto me ayudaste a volar. Amarillo el egoísmo, el odio. Amarilla la luz cegadora que no me permite encontrar mi lugar. Amarilla la arena de la playa, donde escribí su nombre y fue borrado por las olas. Ahora se lo agradezco.
Verde naturaleza. Verde el bosque en que me perdía, creyendo que aquella podría ser la mejor manera de encontrarme. Verde mi vestido aquella noche borrosa en la que bailé rock n' roll cuando nada más importaba.
Azul el mar en el que me desnudé dejando que me arropara refugiándome y protegiéndome de todas mis inseguridades. Azul el cielo en el que divisábamos corazones que se desvanecían. Como la vida misma. Azules tus pupilas, clavadas en las mías tras preguntarme que qué es poesía. Azul la serenidad de unas palabras calmadas o un abrazo en el que no distingues si abraza tu cuerpo o tu alma. "Estoy aquí".
Rosadas mis mejillas, mi nudillos. Rosados los amaneceres y los pasteles sabor consuelo. Rosados mis labios, su tez tras mis mordiscos. Cuando él me toma en sus brazos, me habla en bajo, yo veo la vida en rosa. Rosas las cartas en las que quizá te despedías.Ojalá hubieras disparado en lugar de enviar flores de camuflaje.
Blanca la pureza cuando no sabía lo que era estar rota. Blanca la armonía, la estabilidad absoluta. Blanco el paraíso, lo siempre soñado. Cómo se nubló todo. Cómo dolieron los nubarrones. Negra fue la noche. Negro, color de la muerte, recuerdo cuando lo que más ansiaba era acariciar su rostro una vez más antes de que se lo llevaran. Negro, qué injusto fue que cortaran aquel hilo sin piedad. Negra fue la noche en la que juré que tras el amanecer no había nada. Negro fue mi vestido cuando me despedí. Negros mis labios, aquellos que una vez fueron rosados. Negro mi pesar. Negra mi agonía.

Negras las noches en vela contando las estrellas imaginando un futuro tras el amanecer. Sonrisas, lágrimas y algún que otro beso bajo el oscuro manto. Mi inspiración se ve arropada bajo la penumbra. Porque, ¿qué es la luz sin la oscuridad?
Estamos condenados a un sinfín de colores, a una montaña rusa de emociones, un huracán. Pero, ya sabes; no todas las condenas son desdichadas.

sábado, 12 de marzo de 2016

Cansada.


Cansada de hacer como si los pájaros volaran, como si no hubieran muerto tras haber abandonado el nido.
Cansada de dislexia emocional y falsa monotonía.
Cansada de fingir que no deseo gritar con todas mis fuerzas.
Cansada de culparme y disculparme por recibir puñaladas.
Cansada de que todo falle.
De tropezar y no querer levantarme.
Cansada de huracanes de palabras.
De pérdidas y frustraciones.
De sangre.
Cansada de versos sin sentido y de besos de la misma forma.
Cansada de olvidar lo que era un día cálido.
Y yo,
la chica que creía que huir era la mejor opción,
aquella que dijo que la magia de encontrarse era saber lo que es perderse,
quien juró y perjuró que la vida era injusta,
hoy va a descansar
de una vez por todas.

lunes, 7 de marzo de 2016

A veces dolemos.

A veces dolemos, ya sabes, todo el mundo duele. Las calles apestan a asesinatos accidentados y víctimas ignorantes. Y llueve; siempre lo hace, incluso cuando no. (También en nosotros).
Sentimos el crujir de un corazón y, sin embargo, seguimos pisando, creyendo que es recíproco.
Herimos, como cuchillos. Buscamos  cicatrices y nos enamoramos de ellas, mas, sin embargo, escondemos las propias. Somos las sirenas que rompen las olas. Cantantes que gritan. Dementes que escriben. Valientes que lloran.
Perdóname.
Por no poder evitar ser un vendaval descontrolado, un cuerpo a la deriva, entre agua y nieve.
Por no darme cuenta de que enamorarse de cicatrices es una locura.
Supongo que a veces dolemos, ya sabes, todo el mundo duele.

viernes, 4 de marzo de 2016

Montaña rusa.

      Escribo.
      Tiemblo.
Temo la neutralidad; la ausencia de amor o desamor. De los estúpidos sinmotivos para escribir, para sentir.
      Grito.
      Sangro.
Sangro desesperación. Y a veces cicatrizo.
      Lloro.
      Me escondo.
Escapo de la muerte, la monotonía y las canciones vacías.
      Suspiro.
      Me tropiezo.
Tropiezo en miradas, en labios, en cabellos alborotados, simulando aquella vez que tropecé en tus caricias. (Qué bonito fue caer).
      Muero.
      Renazco.
A sabiendas de que esto no se asemeja a lo que una vez fue, pero no me importa, ya sabes, al fin y al cabo; las montañas rusas son lo mío.

lunes, 22 de febrero de 2016

Exististe.

"Existes" me repetía cada segundo de cada minuto de cada día. "Existes, y el mundo es más bonito." "Existes, y los días siguen siendo oscuros, pero, sin embargo, tú pareces brillar." "Existes, y eres la melodía que me despierta cada mañana." "Existes, y ojalá para siempre."
Sin embargo, aquella realidad no fue perpetua. Exististe, y fuiste mi Sol y mi Luna. Mi grito y mi silencio. Mi sonrisa y mi llanto. Exististe, y fuiste mi canción favorita, mi verso favorito, y novela favorita. Y sí; exististe. Y te puedo prometer, por aquello que más anhelo, que no fue en vano.

lunes, 15 de febrero de 2016

Vuela.

Hoy mi cuarto huele a aquello que fuiste y no volverás a ser, recordándome una vez más que no volveré a tomar aquella mano que me evadía. Y juro que si la última caricia hubiese sido a sabiendas de ello, habría caído una lágrima. Ahora vuela. Vuela alto, para ello naciste. Vuela libre, sin cadenas, vuela hacia allá donde quieras llegar. Duerme en mil lugares, besa a doscientos ángeles (o demonios) y busca lo que necesites y que en mi no pudiste encontrar. Allí donde no temerás amar, donde no volverás a romperte. Allí donde te harán entender que no pasa nada por estar triste, que no pasa nada por necesitar un abrazo, que no importa por alguien llorar.
Vuela, ahora que puedes.
Pero, por favor,
tan sólo
recuérdame.

sábado, 13 de febrero de 2016

Pérdida.

He perdido el norte, el sur, el este, el oeste, tu mirada y mi sentido de la razón. He perdido los motivos por los que madrugar, escribir y pensar. He perdido cartas rotas, proyectos trabajados y besos robados. He perdido aquello que fuimos. Y me duele admitir que nunca seremos lo que quisimos ser. He perdido el rumbo del viaje a tus infiernos, los más bonitos que pude escuchar. He perdido las llaves de tu sonrisa. Aquello que me llenaba. Aquello que ansiaba, ansío, pero no ansiaré. He perdido tus ojos. He perdido el invierno.

Sigue lloviendo.

Voy a romper los cristales, ahuyentar la niebla con mis gritos y subir a los alto del más bello edificio para gritar doscientas veces que lo conseguí.
Voy a enamorarme de mis inseguridades, de mi miedo y de mi insomnio.
De mi caos, mi desorden, mis huracanes y mis tormentas,
para demostrarme por una vez que son lo más bonito de mi.
Voy a persuadir a mi sonrisa para que vuelva a obsesionarse con mi cara.
Aprender a caminar sola, valerme sola, llorar sola, bailar sola.
No voy a temer a los días tristes ni a mis lágrimas desnudas.
No voy a temer al abandono ni al olvido.
No voy a temerme.
Pero, ¿cómo podré cruzar la fina meta de la luminiscencia
si la lluvia no ha logrado cesar?

martes, 2 de febrero de 2016

La sonrisa de la Gioconda.

Y qué más te puedo decir si a penas ya las palabras me salen, si sólo bebo agua, leo novelas baratas, y me paso las horas mirando a través de la ventana con la esperanza de encontrar una persona que brille con luz propia, ilumine el lúgubre anochecer y repita conmigo "memento mori" hasta que nos sea real.
Enséñame a sonreír estando rodeada de humo, lunas menguantes, falso positivismo y obesidad emocional. Enséñame a gritar en la inmensidad del acantilado sin esperar respuesta alguna, a no llorar ante un marchitamiento y a comprender la sonrisa de la Gioconda. Esto y más le pido a la luna, perpetuamente; que me ayude a comprender sin necesidad de morir cada noche entre versos y dudas.
Y, sin embargo, aquí me hallo; enviándole cartas sin remitente ni destinatario con la esperanza de que algo me saque una sonrisa. Y, quién sabe, quizá esté delante de mis ojos, mas no puedo apartar la mirada de aquello que anhelo. A la par que desconozco.

lunes, 18 de enero de 2016

Alzar el vuelo.

Siempre me han dicho que se aprende a volar sola como hacen las aves al abandonar el nido.
Me han descrito el momento en el que tocas las nubes, te acaricia la brisa y se te ilumina el rostro.
Pero nadie me ha comentado cómo es estar atrapada en un pozo, perderse en un laberinto o cubrirse de polvo.
Nadie me ha aclarado que se puede precisar de una mano amiga para alzar el vuelo hacia el lugar donde el viento canta y los árboles te abrazan.
Y es que quiero perder de vista este lugar oscuro y sombrío
pero, ¿qué puedo hacer
si me cortan las alas o me encadenan a la mugre
y no puedo implorar el prohibido amparo?

domingo, 17 de enero de 2016

Costumbres.

Me he acostumbrado a las noches de invierno de infinita tristeza,
a los besos vacíos, los escudos de humo, 
a los volcanes de agua y a las típicas decepciones de las dos de la madrugada.
Me he acostumbrado a la simplicidad de los te quieros, 
a las resacas de lamentos, a las cartas de despedida 
y a eternas e internas cicatrices.
Y, como siempre,
me hallo en la penumbra de mis infiernos
buscando la manera de encender la luz 
para perder la costumbre de amar lo violento. 
O a ti
que es lo mismo.
Me empeñé en buscar la felicidad en tus ojos 
cuando en realidad se escondía entre las rarezas de los domingos, 
los rincones más secretos y los gritos en el bosque. 
La felicidad estaba en mi, 
oculta tras el verdadero significado de "ausencia".
Tu ausencia. 
Y, acostumbrándome a ella,
a dolor,
y angustia,
trato de escapar de esta estúpida, dañina, y destructiva monotonía.
Para acostumbrarme a desacostumbrarme
a añorar a una estrella
que hace ya tiempo que se apagó.