Enséñame a sonreír estando rodeada de humo, lunas menguantes, falso positivismo y obesidad emocional. Enséñame a gritar en la inmensidad del acantilado sin esperar respuesta alguna, a no llorar ante un marchitamiento y a comprender la sonrisa de la Gioconda. Esto y más le pido a la luna, perpetuamente; que me ayude a comprender sin necesidad de morir cada noche entre versos y dudas.
Y, sin embargo, aquí me hallo; enviándole cartas sin remitente ni destinatario con la esperanza de que algo me saque una sonrisa. Y, quién sabe, quizá esté delante de mis ojos, mas no puedo apartar la mirada de aquello que anhelo. A la par que desconozco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario