lunes, 22 de febrero de 2016

Exististe.

"Existes" me repetía cada segundo de cada minuto de cada día. "Existes, y el mundo es más bonito." "Existes, y los días siguen siendo oscuros, pero, sin embargo, tú pareces brillar." "Existes, y eres la melodía que me despierta cada mañana." "Existes, y ojalá para siempre."
Sin embargo, aquella realidad no fue perpetua. Exististe, y fuiste mi Sol y mi Luna. Mi grito y mi silencio. Mi sonrisa y mi llanto. Exististe, y fuiste mi canción favorita, mi verso favorito, y novela favorita. Y sí; exististe. Y te puedo prometer, por aquello que más anhelo, que no fue en vano.

lunes, 15 de febrero de 2016

Vuela.

Hoy mi cuarto huele a aquello que fuiste y no volverás a ser, recordándome una vez más que no volveré a tomar aquella mano que me evadía. Y juro que si la última caricia hubiese sido a sabiendas de ello, habría caído una lágrima. Ahora vuela. Vuela alto, para ello naciste. Vuela libre, sin cadenas, vuela hacia allá donde quieras llegar. Duerme en mil lugares, besa a doscientos ángeles (o demonios) y busca lo que necesites y que en mi no pudiste encontrar. Allí donde no temerás amar, donde no volverás a romperte. Allí donde te harán entender que no pasa nada por estar triste, que no pasa nada por necesitar un abrazo, que no importa por alguien llorar.
Vuela, ahora que puedes.
Pero, por favor,
tan sólo
recuérdame.

sábado, 13 de febrero de 2016

Pérdida.

He perdido el norte, el sur, el este, el oeste, tu mirada y mi sentido de la razón. He perdido los motivos por los que madrugar, escribir y pensar. He perdido cartas rotas, proyectos trabajados y besos robados. He perdido aquello que fuimos. Y me duele admitir que nunca seremos lo que quisimos ser. He perdido el rumbo del viaje a tus infiernos, los más bonitos que pude escuchar. He perdido las llaves de tu sonrisa. Aquello que me llenaba. Aquello que ansiaba, ansío, pero no ansiaré. He perdido tus ojos. He perdido el invierno.

Sigue lloviendo.

Voy a romper los cristales, ahuyentar la niebla con mis gritos y subir a los alto del más bello edificio para gritar doscientas veces que lo conseguí.
Voy a enamorarme de mis inseguridades, de mi miedo y de mi insomnio.
De mi caos, mi desorden, mis huracanes y mis tormentas,
para demostrarme por una vez que son lo más bonito de mi.
Voy a persuadir a mi sonrisa para que vuelva a obsesionarse con mi cara.
Aprender a caminar sola, valerme sola, llorar sola, bailar sola.
No voy a temer a los días tristes ni a mis lágrimas desnudas.
No voy a temer al abandono ni al olvido.
No voy a temerme.
Pero, ¿cómo podré cruzar la fina meta de la luminiscencia
si la lluvia no ha logrado cesar?

martes, 2 de febrero de 2016

La sonrisa de la Gioconda.

Y qué más te puedo decir si a penas ya las palabras me salen, si sólo bebo agua, leo novelas baratas, y me paso las horas mirando a través de la ventana con la esperanza de encontrar una persona que brille con luz propia, ilumine el lúgubre anochecer y repita conmigo "memento mori" hasta que nos sea real.
Enséñame a sonreír estando rodeada de humo, lunas menguantes, falso positivismo y obesidad emocional. Enséñame a gritar en la inmensidad del acantilado sin esperar respuesta alguna, a no llorar ante un marchitamiento y a comprender la sonrisa de la Gioconda. Esto y más le pido a la luna, perpetuamente; que me ayude a comprender sin necesidad de morir cada noche entre versos y dudas.
Y, sin embargo, aquí me hallo; enviándole cartas sin remitente ni destinatario con la esperanza de que algo me saque una sonrisa. Y, quién sabe, quizá esté delante de mis ojos, mas no puedo apartar la mirada de aquello que anhelo. A la par que desconozco.