miércoles, 1 de abril de 2015

Un final distinto.

Y qué duro se me hizo tratar de encontrar el amor en un lugar en el que todo estaba muerto. Entonces apareciste tú, que comprendías todos mis silencios, todas mis mordidas de labio y mis heridas. Tú. Que soñaste conmigo con que algún día pudiéramos ser arropados por las estrellas. Tú. Que preferías una taza de café a una botella de vodka. Un abrazo a un beso. Un buen libro a una película porno. Y una buena historia de amor a mi. Quizá fue por eso por lo que te fuiste. Porque necesitabas un final distinto. Porque una historia con un buen final carece de realidad. Y tú ansiabas algo más.

Pero una cobarde romántica.

Finjo no recordarte, porque es la mejor opción. Y porque el alcohol sabe mejor que tus labios. Y porque es más romántico ver una película romántica sin nadie a quien abrazar. Porque es mejor abrazar a tus sueños preguntándote quién será la próxima persona que te romperá el corazón.
Yo es que soy más de escribir lo que nunca me atreví a decirte.
Porque soy una cobarde.
Pero una cobarde romántica.

jueves, 26 de marzo de 2015

Música.

-Basta- dijo ella, clavando sus afiladas uñas en su mano desnuda.
-Supuse que estaría bien ambientar tu cuarto con música alegre para así engañar a tu corazón- dijo él, arqueando una ceja, sin intentar pensar. Porque él no quería saber nada.
-Quiero que la apagues.
Él la apagó, sin recapacitar sobre ello, y le miró a los ojos. Ojos mar. Melancolía. Sangre. Tristeza.
-Yo quiero que sonrías.
Pero eso no era lo que él quería. Porque ella estaba muriendo, y no quería besar los labios de un cadáver.
-Pues pon algo de música melancólica, de esa que es como un puñal. Pon algo triste. Algo que me haga llorar. Por favor, quiero llorar- dijo, entre lágrimas.
-Ya estás llorando- dijo él, sin comprender nada. Colocó su mano, cálida, sobre la pierna fría de ella. Se asemejaba a la nieve, frágil, gélida, pálida, a punto de deshacerse.
-Pero yo quiero llorar con alguien. No quiero llorar sola, y ahora estoy sola. No me acompañas, la música que me obligaste a escuchar no me acompañaba, nadie me acompaña. Quiero que alguien esté triste conmigo. Que alguien me comprenda. Que alguien me haga sentir mejor persona. Menos sola. Menos abandonada. Quiero que pongas una melodía que me arrope y no me haga sentir que soy la única persona que siente que todo está arruinado.

No puede permitirse sufrir por sí mismo.

                                                               BSO: Believer, Susanna and the Magical Orchestra.

Hay momentos en los que necesitas escribir y no sabes por qué. Simplemente, sentarte, y dejar que la tinta te abra por dentro, rompiéndote un poquito más. Demostrándote una vez más que el ser humano es una máquina masoquista emocional. Que disfruta de su dolor, y sufre porque sí, porque no puede permitirse sufrir por sí mismo.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Quizá sería la mejor forma de quererte.

Mi maestro me enseñó a desconfiar de la gente, a no tenderle la mano a cualquiera. Y yo desconfío de aquellos que besan con los ojos abiertos, escuchan con los oídos y hacen el amor con la luz encendida. A quienes le sonríen más a un e-mail que a un te quiero de sus labios.
Yo confío más de quienes tras el te quiero sonríen y miran al suelo. A quienes se enrojecen cuando su mano roza la suya. Los que se emocionan al ver el amanecer y aman a un suicida al borde del pantano. Porque ellos saben lo que es respirar sin que ello sea en vano. Y no son felices, porque la felicidad no existe. Pero si te quisieras como ellos aman ese fino hilo que sostiene su anochecer, quizá sería la mejor forma de quererte.

jueves, 26 de febrero de 2015

Y no fue por el mar.

Y no nos separó la muerte.
Ni tampoco la distancia.
No nos separó el frío.
Ni el calor.
Ni la lluvia.
No nos separó la gente.
Ni los prejuicios.
Ni nuestra actitud.
Ni la del resto.
Se rompió.
Como las olas lo hacen.
Y tú desapareciste de mi vida.
Y no fue por el mar.

viernes, 20 de febrero de 2015

Un buen día para acabar.

Hoy puede ser un buen día para terminar lo comenzado.
Hoy puede ser un buen día para tu huida.
Para tu vuelo hacia la libertad.
Hoy puede ser un buen día para respirar
y a pesar de ello morir.
Porque no soy yo sin ti.
Y tú ya no eres tú.
Ni conmigo ni sin mí.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Tras el amanecer.

Quiero que vengas y que me beses porque será la última vez. Porque pasear bajo la lluvia ya no me llena. Porque tus ojos están vacíos. Porque tu calor ya no calienta. Porque has desaparecido. Has muerto, te has consumido. Te has ido. Por esa puerta. Como lo que aquel día juraste que no ibas a hacer. Quítate la ropa. Quiero verte por dentro. Quiero ver el maniquí que se ha apoderado de ti. Quiero que me muerdas y que no me hagas daño. Quiero probar a qué saben tus labios de cristal. Porque te pasaste la vida huyendo de la puta de negro que te esperaba en esa esquina y ya es tarde. Porque tus sucias manos han rozado las suyas. Porque tras el amanecer no hay nada.

martes, 10 de febrero de 2015

Carta de amor.

Querida Sin Nombre:
                Sí, Sin Nombre, porque nunca lo llegué a conocer, porque fue lo que menos me importó. Y es que, aún desconociéndolo, me pasaba las tardes observando mi cigarro con el constante temor a que tú hicieras lo mismo; consumirte para siempre. Que cerraras esa puerta y nunca volvieras a abrirla. Bien, pues eso es lo que hiciste. Al fin y al cabo, escribo esto, porque tú ya no estás aquí. ¿Quién dice que una carta de amor tiene que tratarse de un amor vivo? Porque esto es una carta de amor, sí, pero también de despedida.
                 Yo me enamoré de mi perdición, y aún que desde un principio me percaté de ello, continué. Porque tú me destrozaste, me hiciste daño, y tanto que te lo agradezco. Porque sólo así comprendí que lo que tenía dentro no sólo era un músculo.
                Pero, Sin Nombre, no sólo reinaba la tormenta. Tú me enseñaste a amar. Tú me enseñaste a contemplar las estrellas imaginando un futuro volando sobre ellas. Tú me enseñaste a mirar a los gatos negros a los ojos, sin temerle a la buena suerte. Porque tú me enseñaste que la buena suerte se escondía tras los espejos rotos. Tú me enseñaste a soñar despierta. Me enseñaste a luchar. Me enseñaste a no tenerle miedo al abandono, y si a pesar de tu huida sonrío, es porque algo hiciste bien. Tú eras las olas del mar, y yo era la espuma. Tú eras el fuego, y yo era el humo. Tú eras el refresco, y yo era las burbujas. Y es que sin ti, ¿qué me queda? ¿Es que acaso, Sin Nombre, se puede vivir con medio corazón?
                Y me arrepiento, Sin Nombre, me arrepiento.
                 Porque me pasé la vida escribiéndote,
                 lo que no me atrevía a decirte.





                                                                                                            Te quiero.