miércoles, 18 de marzo de 2015

Quizá sería la mejor forma de quererte.

Mi maestro me enseñó a desconfiar de la gente, a no tenderle la mano a cualquiera. Y yo desconfío de aquellos que besan con los ojos abiertos, escuchan con los oídos y hacen el amor con la luz encendida. A quienes le sonríen más a un e-mail que a un te quiero de sus labios.
Yo confío más de quienes tras el te quiero sonríen y miran al suelo. A quienes se enrojecen cuando su mano roza la suya. Los que se emocionan al ver el amanecer y aman a un suicida al borde del pantano. Porque ellos saben lo que es respirar sin que ello sea en vano. Y no son felices, porque la felicidad no existe. Pero si te quisieras como ellos aman ese fino hilo que sostiene su anochecer, quizá sería la mejor forma de quererte.

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