martes, 29 de marzo de 2016

Arcoiris.


En ocasiones veo colores. Aquellos que quizá haya sido. Un arcoiris de pérdidas, caídas, anhelos, reencuentros y ganas de volar.
Roja mi sangre apesadumbrada, mi paraguas de aquella noche de insomnio en la que soñaba con encontrar una pizca de amor bajo las estrellas (ilusa de mi). Rojos sus labios, mi cabello. Rojo el atardecer, fuego, furia. Solía ser pasional. Y rojo tú, corazón, huracán de susurros, quizá vuelva a amarte como mereces
Anaranjadas las paredes de mi habitación, quienes saben de historias que nadie más conoce. Conversaciones juveniles a las tres de la madrugada desembocando en lágrimas avergonzadas, tristeza contenida bailando entre la música. Y libros y libros tratando de hundirme entre versos a falta de besos. Naranja tranquilidad, naranja reposo. Anaranjados los rayos de luz que me dan los buenos días. Y mi sonrisa, cuando trata de hacerle la competencia al sol.
Amarillo, color de la envidia que se agarra a mi presionándome el pecho y obligándome a malquererme una y otra vez. Amarilla la traición, bendita traición; cuánto me hiciste aprender y cuánto me ayudaste a volar. Amarillo el egoísmo, el odio. Amarilla la luz cegadora que no me permite encontrar mi lugar. Amarilla la arena de la playa, donde escribí su nombre y fue borrado por las olas. Ahora se lo agradezco.
Verde naturaleza. Verde el bosque en que me perdía, creyendo que aquella podría ser la mejor manera de encontrarme. Verde mi vestido aquella noche borrosa en la que bailé rock n' roll cuando nada más importaba.
Azul el mar en el que me desnudé dejando que me arropara refugiándome y protegiéndome de todas mis inseguridades. Azul el cielo en el que divisábamos corazones que se desvanecían. Como la vida misma. Azules tus pupilas, clavadas en las mías tras preguntarme que qué es poesía. Azul la serenidad de unas palabras calmadas o un abrazo en el que no distingues si abraza tu cuerpo o tu alma. "Estoy aquí".
Rosadas mis mejillas, mi nudillos. Rosados los amaneceres y los pasteles sabor consuelo. Rosados mis labios, su tez tras mis mordiscos. Cuando él me toma en sus brazos, me habla en bajo, yo veo la vida en rosa. Rosas las cartas en las que quizá te despedías.Ojalá hubieras disparado en lugar de enviar flores de camuflaje.
Blanca la pureza cuando no sabía lo que era estar rota. Blanca la armonía, la estabilidad absoluta. Blanco el paraíso, lo siempre soñado. Cómo se nubló todo. Cómo dolieron los nubarrones. Negra fue la noche. Negro, color de la muerte, recuerdo cuando lo que más ansiaba era acariciar su rostro una vez más antes de que se lo llevaran. Negro, qué injusto fue que cortaran aquel hilo sin piedad. Negra fue la noche en la que juré que tras el amanecer no había nada. Negro fue mi vestido cuando me despedí. Negros mis labios, aquellos que una vez fueron rosados. Negro mi pesar. Negra mi agonía.

Negras las noches en vela contando las estrellas imaginando un futuro tras el amanecer. Sonrisas, lágrimas y algún que otro beso bajo el oscuro manto. Mi inspiración se ve arropada bajo la penumbra. Porque, ¿qué es la luz sin la oscuridad?
Estamos condenados a un sinfín de colores, a una montaña rusa de emociones, un huracán. Pero, ya sabes; no todas las condenas son desdichadas.

sábado, 12 de marzo de 2016

Cansada.


Cansada de hacer como si los pájaros volaran, como si no hubieran muerto tras haber abandonado el nido.
Cansada de dislexia emocional y falsa monotonía.
Cansada de fingir que no deseo gritar con todas mis fuerzas.
Cansada de culparme y disculparme por recibir puñaladas.
Cansada de que todo falle.
De tropezar y no querer levantarme.
Cansada de huracanes de palabras.
De pérdidas y frustraciones.
De sangre.
Cansada de versos sin sentido y de besos de la misma forma.
Cansada de olvidar lo que era un día cálido.
Y yo,
la chica que creía que huir era la mejor opción,
aquella que dijo que la magia de encontrarse era saber lo que es perderse,
quien juró y perjuró que la vida era injusta,
hoy va a descansar
de una vez por todas.

lunes, 7 de marzo de 2016

A veces dolemos.

A veces dolemos, ya sabes, todo el mundo duele. Las calles apestan a asesinatos accidentados y víctimas ignorantes. Y llueve; siempre lo hace, incluso cuando no. (También en nosotros).
Sentimos el crujir de un corazón y, sin embargo, seguimos pisando, creyendo que es recíproco.
Herimos, como cuchillos. Buscamos  cicatrices y nos enamoramos de ellas, mas, sin embargo, escondemos las propias. Somos las sirenas que rompen las olas. Cantantes que gritan. Dementes que escriben. Valientes que lloran.
Perdóname.
Por no poder evitar ser un vendaval descontrolado, un cuerpo a la deriva, entre agua y nieve.
Por no darme cuenta de que enamorarse de cicatrices es una locura.
Supongo que a veces dolemos, ya sabes, todo el mundo duele.

viernes, 4 de marzo de 2016

Montaña rusa.

      Escribo.
      Tiemblo.
Temo la neutralidad; la ausencia de amor o desamor. De los estúpidos sinmotivos para escribir, para sentir.
      Grito.
      Sangro.
Sangro desesperación. Y a veces cicatrizo.
      Lloro.
      Me escondo.
Escapo de la muerte, la monotonía y las canciones vacías.
      Suspiro.
      Me tropiezo.
Tropiezo en miradas, en labios, en cabellos alborotados, simulando aquella vez que tropecé en tus caricias. (Qué bonito fue caer).
      Muero.
      Renazco.
A sabiendas de que esto no se asemeja a lo que una vez fue, pero no me importa, ya sabes, al fin y al cabo; las montañas rusas son lo mío.